Por Tania Fernández de Lara B.
Papantla es un lugar lleno de colores y aromas, un sitio de fortalecimiento de la cultura y entre lo más valioso que este destino tiene, podemos encontrar las legendarias tradiciones de los pueblos indígenas, como la increíble ceremonia de los Voladores de Papantla, una mágica y arriesgada tradición de la cultura Totonaca.
Se cree que el origen de este ritual existe desde la época prehispánica y que nació por que el Totonacapan pasaba por una época de sequía, así que los Totonacas encomendaron a cinco jóvenes castos para honrar a los dioses y fueron enviados a buscar del árbol más alto del monte para realizar una ceremonia, pues se creía que desde el punto más alto, las oraciones son mejor escuchadas por los dioses, y así solicitaban benevolencia y lluvia para dar vida a las tierras fértiles.
Nombrada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, la ceremonia de los Voladores de Papantla es una de las representaciones ancestrales más populares y emblemáticas del folclor prehispánico mexicano, y para no perder esta bonita tradición, desde hace ya varios años, el CAI (Centro de las Artes Indígenas), creó la Escuela de Niños Voladores.
La finalidad de esta escuela es para preservar esta tradición milenaria, en un lugar exclusivo que ve nacer a los nuevos voladores del cielo veracruzano, cada año la escuela recibe cerca de 65 niños y jóvenes para enseñarles a descubrir y desenvolver su talento, que es más considerado por su pueblo originario como un “don”, pues no cualquiera lo hace o tiene el valor.
Tanto niños como jóvenes pueden entrar e iniciar aprendiendo la lengua totonaca y su cultura para entender el significado del ritual que está a cargo de formadores con mucha experiencia para las nuevas generaciones de los voladores que integran la comunidad Totonaca.
También aprenden del traje tradicional, el amarre, los pasos de danza que se usan desde el inicio hasta el vuelo, que es la parte final de todo el ritual y al tener por completo dominados los pasos anteriores inician su ensayo del vuelo, con alturas de 18 a 20 metros y con toda la seguridad necesaria para aprender a soltarse y danzar como un profesional en el aire, al final de su proceso de enseñanza es como caporal, la máxima autoridad del grupo nombrada así por representar al sacerdote que lleva el control en el vuelo, ya que es la persona que se queda en la punta máxima del poste y marca el ritmo de la danza con la música.
La Escuela de Niños Voladores ha sido cuna de orgullosos representantes de la tradicional danza de los Voladores de Papantla, un ritual que seguirá siendo uno de los identificadores más reconocidos mundialmente de los “niños pájaro».