Visitar Yucatán, significa dejarse envolver en un ambiente de magia, tradiciones ancestrales y mucha historia, en sus pueblos se hallan los mejores relatos de la conquista y la razón de que actualmente tengamos como herencia una vasta cultura e innumerables sitios de gran valor entre ellos, sus pueblos mágicos como Valladolid.
En este pequeño poblado recién ingresado a la lista de Pueblos Mágicos se respira un aire apacible, propio de un lugar sumamente rico en atributos simbólicos que son trascendentales para el turismo y la conservación de nuestra historia.
También conocido como “la capital del oriente maya”, Valladolid goza de una ubicación privilegiada, se encuentra justo en medio de las dos ciudades más importantes de la península de Yucatán, Mérida y Cancún, ambas a aproximadamente 160 kilómetros de distancia.
Dato viajero: Muy cerca se asientan las principales maravillas arqueológicas de la zona: Chichén Itzá, a sólo 45 kilómetros de distancia, Tulum, a 100 kilómetros, Ek Balam, a 30, y Cobá, a 35. Por esta razón, para conocer Yucatán quizá sea una buena idea contemplar este destino como punto de partida.
Legado arquitectónico
Más allá de su geografía, los atractivos de este pueblo mágico maya empiezan por sus calles adoquinadas, casas y edificios estilo colonial y toques moriscos de tonalidades que van del ocre, ladrillos o beige, hasta amarillos y verdes.
Continúan con sus múltiples templos franciscanos, como la céntrica Iglesia de San Servacio –demolida y vuelta a levantar para borrar un pasaje tormentoso, y que también funcionó como fortaleza en la Guerra de Castas–; La Candelaria, frente al pintoresco parque del mismo nombre, y por supuesto, la Parroquia y Ex convento de San Bernardino de Siena, también conocido como la iglesia de Sisal, donde por las noches hay un asombroso espectáculo de luz en su fachada.
La magia de los cenotes
Este encantador lugar se profundiza con un regalo de la naturaleza: cenotes como el monumental X’kekén, situado dentro de una caverna y que alberga caprichosas formaciones calcáreas y raíces de árboles centenarios, o el Samulá, donde los rayos solares se filtran para otorgar vistas memorables.
La cereza del pastel se encuentra en el corazón mismo de este Pueblo Mágico: el Cenote Zací, que a diferencia de los anteriores es a cielo abierto, con vegetación abundante y donde la gente puede nadar e incluso lanzarse desde una altura respetable casi sin restricciones.
Histórico y rebelde
Al salir de los cenotes pocos se imaginan que esta ciudad pacífica, ideal para la contemplación y el disfrute, tuvo un pasado de dignidad por parte de la gente maya que habitaba estas tierras, los cupules, que combatieron ante la llegada de los conquistadores europeos al mando de Francisco de Montejo y León, de quien se tomó su apellido para la famosa avenida de la capital yucateca, el Paseo de Montejo.
Ya en el siglo XIX, la Valladolid yucateca fue escenario de fuertes levantamientos para reivindicar derechos de comunidades mayas, enmarcados en la Guerra de Castas y, para mayo de 1910, esta población también atestiguó el primer levantamiento contra la dictadura de Porfirio Díaz, movimiento que es reconocido como “la primera chispa de la Revolución”.
Interesante presente
Valladolid hoy ofrece un crisol cultural que hablan de un mestizaje representado en la fuente del Palacio Municipal, en museos como La casa de los venados o el Museo San Roque, las plazas y su centro artesanal frente al parque Francisco Cantón, que por cierto es el zócalo del pueblo y ejemplo de homenaje a la mujer yucateca, y que ha sido escenario de telenovelas históricas y uno de los pocos espacios públicos del país donde no se permitían actos políticos.