Si con el repertorio clásico el público se había rendido a los pies de las sopranos Hera Hyesang Park y María Katzarava, cuando el espíritu de José Alfredo Jiménez se apoderó de la mexicana, la Explanada de la Alhóndiga de Granaditas estalló.
“ No vale nada la vida / La vida no vale naaada”, entonó Katzarava, con el coro inmenso de los congregados en concierto inaugural del Festival Internacional Cervantino (FIC) haciéndole segunda. “Bonito León, Guanajuato / la feria con su jugada. / Allí se apuesta la vida / y se respeta al que gana. / Allá en mi León, Guanajuato / la vida no vale nada”.
Algo difícil de sostener luego de atestiguar el portentoso despliegue vocal de la mexicana, enfundada en un incendiario vestido rojo, y su colega surcoreana, de hombros descubiertos y con una capacidad tan asombrosa que apremia la incógnita ¿dónde cabe tantísima voz?
Hyesang Park, quien antes se había ganado al público con piezas como La tarántula, de la obra La tempranica, de Gerardo Giménez, gesticulaba con los brazos como si en lugar de la Alhóndiga estuviera en el Tenampa, y la estampa sólo habría estado completa con el tequila pasando de mano en mano, tanto arriba como abajo del escenario.
La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, con Scott Yoo a la batuta, había hecho lo propio haciendo reverberar el recinto abierto, coronado al final por una serie de fuegos artificiales para sorpresa de los oyentes.
Aplausos de pie, vítores y un mar de celulares incapaces de capturar el esplendor de lo sucedido. Así es como alzó el telón la edición de oro de la Fiesta del Espíritu.
Y reconocen a los “invisibles” tras bambalinas
Antes de la fiesta en la Alhóndiga, los organizadores refirieron el esfuerzo que ha implicado sostener durante 50 años el Festival Internacional Cervantino (FIC); un sueño alcanzado, en indiscutible medida, gracias al esfuerzo de “los invisibles”.
Ese cuerpo técnico, todo un ejército tras bambalinas, que ha hecho posible el disfrute de cada expresión artística presentada en la Fiesta del Espíritu a lo largo de medio siglo, y para quienes el mayor reconocimiento del encuentro parecía casi una deuda.
“Hacedores de milagros, logran montar y desmontar grandes producciones en cuestión de horas”, destacó la tarde de este miércoles la directora del Festival, Mariana Aymerich, al otorgar la Presea Cervantina a Isidro Guerra “Chilo”, decano del equipo de técnicos.
“Por casi 50 años colaborando en este tu Teatro Juárez”, añadió la Secretaria de Cultura Federal, Alejandra Frausto. “Este hermoso recinto que recientemente recibió la más importante restauración que se puede hacer: la preventiva”.
Una distinción con sabor a autorreconocimiento para quienes, luego de dos años de pandemia, celebran su “Edición de oro” haciendo honor tanto a quienes comenzaron el FIC hace cinco décadas como a quienes al día de hoy siguen haciendo de éste la cita cultural más importante de México y acaso de toda América Latina.
Entre los aplausos que Aymerich pidió para los directores de diferentes áreas, de pie y orgullosos, y el recuento de las intenciones de quienes echaron a andar todo esto, en aquel 1972, como Enrique Ruelas, Eugenio Trueba o Rodolfo Echeverría, presidente del comité organizador entonces.
“Se aspira a que el FIC sea una vigorosa muestra de la verdad y de vida, a la par que un ejemplo de madurez cultural. Podemos decir, con orgullo, que este festival deberá ser una fiesta del optimismo y de la fraternidad de todos los pueblos. Un festival de la inteligencia”, citó el Rector de Universidad de Guanajuato, Luis Felipe Guerrero Agripino.
“A estos años de distancia podemos decir que en Guanajuato el Festival ha estado a la altura de ese gran presagio”, añadió en la ceremonia en la que cada año se otorga la Presea Cervantina, usualmente para distinguir la trayectoria de algún creador o creadora.
Tradición que perdura y se multiplica en esta edición conmemorativa, pues serán tres preseas las que se entreguen, y las dos restantes serán para la pintora Carmen Parra y para el director de orquesta Enrique Diemecke, tal cual anunció Frausto.
“Bienvenidos, 50 veces bienvenidos al FIC”, expresaría, enfática, la directora del Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato, Adriana Camarena de Obeso, no nada más para la audiencia del Juárez sino para los nutridos públicos que la histórica venta de boletos ya había permitido anticipar.
Y es que, según compartió Aymerich, de 137 funciones a la venta, más de 50 espectáculos registraban localidades agotadas a un par de horas de que siquiera tuviera lugar la gala inaugural; mientras que cinco conciertos en la Alhóndiga llenaron el registro en menos de una hora.
“Es decir, antes hoy incluso de arrancar, ya sabemos que los recintos estarán llenos”, celebró Aymerich. “La edición 50 será una fiesta exitosa y segura”.
Seguridad brindada lo mismo por policías que por militares y la Guardia Nacional, quienes circulan por las calles de la ciudad, pasando de vez en vez delante de aquel Carlos Monsiváis que luce sentado en el balcón de Casa Chilanga, espacio en la Plaza El Baratillo destinado a la cultura de la CDMX, entidad invitada de honor por primera vez al FIC, junto con la República de Corea.
Apenas era la primera jornada y las calles ya empezaban a lucir con gran flujo de visitantes, con un ambiente festivo como el que ya se auguraba hace medio siglo. De ahí que el Rector de la Universidad de Guanajuato lo refrendara:
“Desde hace 50 años inició la fiesta de la espiritualidad, la fiesta del espíritu. Y a 50 años, sostenemos: Qué siga la fiesta, ¡qué perdure mil tiempos! ¡Que siga viva! ¡Larga vida al Festival Internacional Cervantino!”, clamó.
Con información de Reforma